masala és barreja d'espècies
Revista d'informació, denúncia i crítica social a Ciutat Vella
Nº 74 – juny 2017

Cien años de resistencia en el Rif

Vuelve otra vez el Rif. Esta región del norte de Marruecos histórica, económica y políticamente maltratada por el régimen marroquí se ha convertido estos últimos tiempos en el polvorín que nunca cesó de ser, y no parece que vaya a cambiar algo en los próximos meses. ¿Qué pasa?

 

Todo empezó con la atroz muerte, el 28 de octubre de 2016, de un humilde pescador de Alhucemas, Mohcin Fikri, cuyo cuerpo fue destrozado por un camión de basura. Decenas de testigos filmaron la escena y algunos aseguraron haber oído a un conocido oficial de policía diciendo: «¡Destroza a su puta madre!», en el momento en que Fikri saltó sobre el camión para intentar salvar su mercancía, considerada ilegal.

Y así comenzó todo. El persisten­te malestar y las humillaciones cotidia­nas de una región sumida en la pobreza, desde la independencia de Marruecos en 1956, recordaron al pueblo rifeño que tenía una historia, que había sido fiero y digno, y que sin la coalición militar de dos potencias europeas —Francia y España—, que atacaron con todo tipo de armas en los años veinte del pasado siglo a la nueva república fundada por Ab­delkrim, hoy el Rif sería diferente de lo que es ahora.

Parece inverosímil, pero desde siempre los habitantes del Rif proclaman que fueron mejor tratados en los últimos años del protectorado español que después de la independencia de Marruecos. No es exactamente cierto, pero tampoco es totalmente falso. Hasta que la Unión europea financió la construcción de la famosa Ronda Mediterránea, que une Tánger con la frontera argelina a lo largo de 550 km, el Estado marroquí no había gastado ni un solo dírham en construir una nueva carretera en la región. Mientras en otras regiones de Marruecos se levantaban autopistas, se invertía en turismo y se lanzaban grandes proyectos industriales, en el Rif el tiempo se había parado.
A este menosprecio había que sumar el conocido odio —y la palabra no es fuerte— que profesaba el rey Hasán II hacia los habitantes del norte del país. «Sois una escoria, y no olvidéis lo que hice con vosotros al final de los años cincuenta», llegó a vociferar el difunto tirano en un discurso en directo en la televisión marroquí en 1984.

Hasán II se refería al levantamiento de unas tribus del Rif contra el Partido Istiqlal, época que fue ahogada en sangre por orden del entonces rey Mohamed V, su príncipe heredero, el futuro Hasán II, y por un militar de la ex zona del protectorado francés, Mohamed Ufkir, que luego protagonizaría un intento de golpe de Estado en 1972. Entre 1958 y 1959, el Rif fue bombardeado con napalm, la mayoría del grupo de combatientes que se había levantado para protestar contra la dominación del hegemónico Partido Istiqlal fueron masacrados sin juicio previo y decenas de mujeres rifeñas fueron violadas por la milicia real. Esto provocó un sonado exilio de una parte de la élite rifeña que se afincó en España, en Bélgica y en los Países Bajos. Una época turbulenta que puede parecer lejana para el observador actual, pero que ha hecho mella definitiva en el subconsciente rifeño. Las masacres de 1958 y 1959, y las de 1984, durante otra revuelta popular —esta vez en todo Marruecos—, han creado una conciencia que une a todos los rifeños, tanto de lengua bereber como de lengua árabe, habitantes del mismo Rif o exiliados, tanto en otras regiones de Marruecos como en el extranjero, donde existe una importante diáspora.

Sin embargo, cuando murió Hasán II, su hijo, el actual monarca Mohamed VI, hizo algunos gestos. Efectuó un viaje oficial al Rif para —dijeron algunos graciosos— desmentir la leyenda que asegura que todo sultán que pisara suelo rifeño sería castigado con la muerte, reanima una pequeña casta de políticos rifeños, instalándola en el entorno del consejero más escuchado del rey, Fuad Ali El Himma, y realizó algunas promesas. Pero los hechos, y solamente los hechos, desmintie­ron sus intenciones. Aunque, efectivamente, al rey no le pasó nada durante su viaje, la casta de políticos rifeños que él mismo fomentó se reveló tan arribista y tan desconectada de la realidad como su predecesora. En cuanto a los proyectos que iban a desarrollarse en el Rif, hay que visitar la zona para darse cuenta de que se quedaron en nada. Eso sí, Mohamed VI sigue pasando una parte de sus vacaciones de verano en la costa de Alhucemas, en realidad más para disfrutar de sus bellas playas que para acercarse a sus habitantes, a quienes permite, de vez en cuando, que se saquen un selfie con él.

Hoy en día, el Rif continúa siendo una zona militar, desde que en 1958 el infame rey Mohamed V promulgó un dahir [decreto] que sigue vigente. Como si los rifeños fueran una amenaza permanente para el régimen. La mayoría de los funcionarios no son originarios de la zona y, en consecuencia, no hablan el rifeño; las fuerzas del orden son, como puede comprobarse en los centenares de vídeos que circulan en Internet, racistas; y no hay industria alguna que pueda frenar las migraciones de los nativos hacia Europa y sus remesas, única válvula de escape que permite que la región no caiga en la miseria total.

Es por eso que a nadie tendría que sorprender lo que pasa actualmente en el Rif. Esta revuelta no ha surgido de la nada. Y no hay que confundirla con el Movimiento del 20F (M20F), vertiente marroquí de las revueltas árabes de 2011. Contrariamente al M20F, este levantamiento pacífico tiene reivindicaciones claras —el fin del ostracismo del Rif—, un referente moral y político —Abdelkrim— y está estructurado en torno a un portavoz indiscutible —Nasser Zafzafi—. Las intervenciones públicas de este líder, en la calle, en Internet y en las redes sociales, se hacen en tarifit, la variante local del tamazight, y raras veces en marroquí o en árabe literal. Esto significa que su activismo está centrado en la población rifeña de habla bereber, del interior y del exterior. Un error, según varios observadores, ya que una parte de las tribus del Rif, especialmente las fronterizas con el País Gomara o el País Yebala, hablan únicamente el árabe vulgar.

Otra cosa que diferencia al Hirak Chaabi —el nombre de este movimiento contestatario— del M20F es el discurso político. Mientras los jóvenes del M20F evitaban interpelar directamente al rey Mohamed VI, prefiriendo atacar a sus colaboradores más próximos, los seguidores de Zafzafi y él mismo no se esconden tras contorsiones lingüísticas como el «antiabsolutismo» o la reivindicación de una monarquía parlamentaria. Señalan con el dedo, y con nombre y apellido, al verdadero responsable de sus miserias: el rey. Para Nasser Zafzafi, el soberano y la camarilla que le rodea son los culpables. Y además del soberano da otros nombres propios: el principal consejero del rey, Fuad Ali El Himma, considerado un auténtico virrey; el secretario particular del rey y el encargado de sus negocios, Mohamed Mounir Majidi; y también el wali —una suerte de superdelegado del Gobierno— de la región Tánger-Tetuán-Alhucemas, Mohamed El Yaakoubi, un alto funcionario cuya longevidad en el puesto se debe más a su proximidad con El Himma que a una supuesta eficacia sobre el terreno.

Hace unos días, este wali reunió a todos los cargos electos del Rif. En un primer momento se pensó que iba a proponerles soluciones para salir de la crisis, pero no fue así. Durante el encuentro, el wali El Yaakoubi amenazó sin tapujos a sus interlocutores: «¿Estáis con nosotros o contra nosotros?», llegó a espetarles. Al final, los obligó a firmar un documento jurando fidelidad al régimen.

Esta reunión y las amenazas del wali significaron para los contestatarios que el Palacio real, y no el Gobierno, totalmente ausente, había llegado a la conclusión de que había que emplear la mano dura. Pronto comenzaron a llegar camiones repletos de militares, y en las principales ciudades rifeñas las calles fueron tomadas literalmente por las fuerzas del orden. El wali también autorizó la utilización de milicias —que recuerdan a los baltagias egipcios o a los chebbihas sirios—, grupos que atacan a los contestatarios. Según Nasser Zafzafi, uno de esos grupos intentó asesinarle hace unos días, durante una sentada pacífica. «Alguien quiere llevar el Rif al caos», denunció en un vídeo.
En otro vídeo muy significativo, y que fue ampliamente difundido en las redes sociales, se ve a un grupo de jóvenes manifestantes de la tribu de los Beni Bufrah, situada a una cincuentena de kilómetros de Alhucemas, amenazados de violación y agredidos con una barra por el propio caíd de Beni Bufrah y su colega de la tribu vecina de los Beni Gmil. «El que está con nosotros lo está, y al que no lo esté lo voy a follar», grita de manera nítida el caíd de los Beni Gmil, apoyado por una turba amenazante que obliga a los jóvenes manifestantes a esconderse en el monte.
Las órdenes del wali tienen que cumplirse. Aunque el Rif vaya hacia el caos.