Del urbanismo de zafarrancho al urbanismo de compra-venta

El barricidio interminable, que ha cumplido hasta ahora tres etapas (1988-1992, 1993-2004, 2005-2013), parece estar entrando en una nueva fase, no sabemos si superior o crepuscular, de eso que los alegres chicos de Sant Jaume llaman «colaboración público-privada».

Durante 25 años, Procivesa y Focivesa han representado el acuerdo estratégico entre el poder político y los poderes financiero, empresarial y comercial, para poner el centro histórico a merced de la explotación urbanística, inmobiliaria, turística y comercial. Ajuntament, Diputació de Barcelona y Generalitat han compartido consejo de administración con Caixa Bank, Caixa Catalunya, BBVA, Telefónica, Saba Aparcaments y una fantasmal Iniciativa per la Recuperació de Ciutat Vella (con representación de empresas como McDonald’s, Redevco Retail o Felgar). En este modelo, mantenido por encima de tripartitos, bipartitos y ppvergencias, el capital ha vigilado que se apliquen los niveles adecuados de violencia urbanística para asegurar objetivos como: «un sostingut augment del preu dels habitatges nous de 1.384 euros m2 (1998) als 1.738 euros m2 (2000)» o «expropiar i desconstruir uns 500 edificis amb més de 400.000 m2 de sostre edificat, 4.200 habitatges i 800 locals per tal d’alliberar més de 100.000 m2 de sòl» (Foment Ciutat Vella, Memòria 2001-2002).

Con Focivesa en la sala de desmontaje desde 2010 –y mientras las cifras sobre las consecuencias sociales de su actuación se reparten entre sótanos y trituradoras–, el denominado «Contracte per Ciutat Vella» parece señalar en dirección a un cambio de mal en peor: empresas que, al margen de los mecanismos tributarios convencionales, pagan al Distrito para priorizar reformas del espacio público convenientes a su negocio.  Sin ningún mecanismo de control y fiscalización de por medio, la tienda Quiksilver, el hotel Ohla o el Casino de Barcelona han pagado entre 6.000 y 300.000 euros a cambio de un trato de favor vendido como «col·laboració amb l’interès general».

Empresarios turísticos

El actual Plan de Usos, un éxito sin paliativos del Gremi d’Hotelers y de la patronal de apartamentos turísticos Apartur, es prueba más que suficiente del poder y la influencia de la tenaza de empresariado turístico. Entre los hoteleros, a nivel empresarial la cadena con más peso en el Distrito es Hotusa, con 26 hoteles, y cuyo propietario, Amancio López Seijas, goza de magníficas relaciones tanto con Artur Mas como con Mariano Rajoy. Por su parte, Apartur es representado hoy precisamente por un antiguo empleado de Hotusa: David Riba fue delegado, en Barcelona y Aragón, de Barceló y «responsable de cuentas» de Cirene Hotels (dependiente de Hotusa) hasta 2005. Desde entonces, Riba gestiona una cadena internacional de pisos turísticos con apartamentos en Barcelona, Marbella, Madrid, Ámsterdam, Roma, Florencia y Venecia, y que en Ciutat Vella administra 31 pisos.

Comerciantes

Que el presidente de Barnacentre durante años haya sido Emili Sarrión Avinent, presidente de Double Time, una empresa cuya actividad principal es el vending (máquinas expendedoras), es un hecho significativo para un Distrito que se vende enlatado. Double Time, por cierto, cita entre sus clientes a Focivesa, de cuyo consejo de administración ha formado parte Sarrión, y a Saba Aparcaments, accionista de la misma. Pero ese papel del comercio basura de la política de las asociaciones de comerciantes, no se acaba ahí. En 2011, Ramón Lamazares Oller era galardonado por Els Amics de la Rambla, asociación presidida por él mismo hasta entonces, con el título de «Ramblista de Honor». La representación del ramblismo de Lamazares se refiere al franquiciado del McDonald’s que regenta en la propia Rambla y en el Maremagnum. Pequeños detalles sobre cuáles son las amistades verdaderas de Els Amics de la Rambla y asociaciones como Barnacentre, volcadas en la obesidad turística.

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Los «dogmas ideológicos» de los vecinos de Ciutat Vella

«Tras oír múltiples reivindicaciones de los vecinos, el alcalde pidió que se reflexione sobre la conveniencia de “romper dogmas ideológicos”. El primer “dogma” es el de que los intereses de los comerciantes y del resto de los vecinos son antagónicos. El segundo es el de que no se puede permitir que la rehabilitación de una zona desplace a la gente pobre. Un principio, argumentó, que puede provocar un fenómeno peor: que abandonen la zona las clases medias. Finalmente, el alcalde pidió también que se abandone la creencia de que la actuación del sector privado no sirve para mejorar un barrio.»

La Vanguardia, 7 de marzo de 1987

Corría el año 1987 y la campaña vecinal «Aquí hi ha gana» había puesto nerviosos a los ocupantes de la Casa Gran. Pasqual Maragall, ante la inminencia de unas nuevas elecciones municipales, decidió convocar una gran reunión para calmar los ánimos de los vecinos del entonces llamado «Distrito I». En aquel encuentro, que se alargó durante más de cuatro horas, Maragall estableció los ejes que, hasta hoy, han guiado a los responsables políticos de Ciutat Vella. Casi tres décadas dedicadas a intentar convencer a los vecinos de que la participación de la iniciativa privada en la «reforma» es necesaria, que los intereses de comerciantes y vecinos son «compatibles» y que la persecución y expulsión de los pobres es un daño colateral inevitable para garantizar el «futuro» de  nuestros barrios.

Han pasado 27 años y una retahíla de regidores han desfilado por los despachos de la plaza Bonsuccés, pero ninguno de ellos ha podido obviar el guión establecido por Maragall. Romper los «dogmas ideológicos» y conseguir eliminar las resistencias de los vecinos ha sido, y es, una prioridad política del Distrito. Una tarea fundamental para que la maquinaria económica siga engrasando la eternamente necesaria «transformación» de Ciutat Vella.

Joan Clos

Cuando, en 1988, la policía y las excavadoras irrumpieron, agarradas de la manita, en el Raval para «acabar con la heroína» y, de paso, «fer sortir el sol» en el barrio; Joan Clos ocupaba el cargo de regidor del Distrito. En septiembre de 1997, Maragall lo designó como su sucesor.

Xavier Casas

Presidente del Consell de Districte de Ciutat Vella, presidente de Focivesa, responsable de infraestructuras y urbanismo del Ajuntament, primer teniente de Alcalde… La acumulación de cargos de Casas llegó a ser tan espectacular que acabó por asustar a propios y extraños. En 2007, perdió la carrera frente a Jordi Hereu por sustituir a Clos.

Itziar González

En la larga de lista de regidores de Ciutat Vella, la excepción que confirma la regla se llama Itziar González. Fichada por Jordi Hereu, González vivió en carne propia las consecuencias de enfrentarse a los poderes fácticos del distrito. Su intento de poner límites al poder económico (Plan de Usos) y denunciar los entramados corruptos (licencias de actividad y caso del hotel del Palau de la Música) la convirtieron en víctima de los procederes mafiosos y en un personaje incómodo abandonado por el mismo PSC.

Mercè Homs

Mercè Homs es la actual regidora de Ciutat Vella, en exclusividad y a tiempo completo. En septiembre de 2012, preguntada por Masala sobre si la tasa turística serviría para contrarrestar los efectos negativos del turismo respondió: «Tenemos que trabajar para esto, para que todos aquellos no-beneficios [sic] que nos aporta el turismo a los vecinos no se vean como una cosa tan negativa. Tenemos que conseguir que nos perjudique positivamente [sic] y que nos beneficiemos de esto con cosas tangibles».