Entrevista a Deeba Asghar «Entrando en la lógica de la discriminación»


Deeba Asghar es integradora social, mediadora y forma parte de la Liga de Mujeres Pakistaníes de Minjah ul Quran, un oratorio situado en el Raval. Hoy nos concede una entrevista que nos permite adentrarnos en la realidad de las mujeres pakistaníes del barrio. Nos cuenta la realización de un «diagnóstico participativo de necesidades», hecho con varios grupos de mujeres de la comunidad, del que ella ha sido impulsora y nos abre puertas para contemplar sus estrategias individuales y colectivas en el momento de afrontar adversidades. Esperamos tender puentes que nos permitan transitar y situar estos conflictos en la agenda social y política de todas y todos.

Háblanos de los espacios de mujeres que hay en la comunidad de Minjah ul Quran.

En Minjah, desde hace años, estamos organizando clases de castellano para mujeres, en un horario exclusivo para ellas. Las clases sirven para aprender el idioma pero, a la vez, funcionan como espacio de acogida para mujeres nuevas, punto de encuentro y socialización. En las clases participan, de lunes a jueves, entre 30 y 50 mujeres de todas las edades.

También existe la Liga de Mujeres que es un espacio más maduro en el que participamos entre 10 y 15 mujeres, también de distintas edades y donde nos juntamos para organizar conmemoraciones y fiestas tradicionales. En la Liga también hablamos de los problemas y dificultades de las mujeres de nuestra comunidad, como hemos hecho, por ejemplo, con el diagnóstico.

¿Cómo ha sido el proceso del «diagnóstico participativo de necesidades»?

Al principio la propuesta del diagnóstico me costó mucho y también fue bastante difícil que las mujeres vinieran, porque siempre que vemos que nuestros conflictos salen en medios de comunicación, todo el mundo opina y nunca hay soluciones. Por eso había un punto de desconfianza para afrontar este proceso. Y yo les dije que era un paso, que al menos lo que pensamos estaría ante la gente. Creo que, aunque no exista una solución rápida, alguna gente lo verá. Y algún día, seguramente, habrá una solución.

El diagnóstico que hicimos desde la Liga de Mujeres fue muy distinto al que hicimos desde las clases. En la Liga nos encontramos sólo una vez al mes, sin embargo, durante todo el proceso, hemos tenido ocasión de vernos dos veces gracias a las clases, así que sobre todo hemos pensado los temas del diagnóstico desde ese espacio.

El proceso resultó fructífero, las mujeres explicaron sus conflictos, sobre todo las que están estudiando y tienen problemas en el colegio. En varios momentos salió que, aunque pones de tu parte para integrarte, al final, nunca formas parte del club, nunca formas parte del resto, porque tus conversaciones son diferentes, tu estilo de vida es distinto al de la otra gente de clase; no puedes ir a la piscina. El idioma siempre es un gran barrera porque aunque hables perfectamente, siempre te falta algo; no es tu lengua materna. Y si tú migras, aunque fueras muy buena estudiante en tu país es posible que aquí, por el idioma, bajes el nivel. Y eso baja mucho la autoestima. Éstas son algunas de las cosas que hemos trabajado en las sesiones.

¿Cuáles son el tipo de conflictos recurrentes que os encontráis? ¿Cómo los vivís?

Hay muchísimos, intentaré enumerarte unos cuantos pero no es fácil. Por ejemplo, si no sabes el idioma y tienes que ir al médico no puedes relacionarte bien con él. Es verdad que hay servicios de mediación pero, ahora, con los recortes, muchas veces no los encuentras y muchas veces, donde los hay, los médicos no los llaman.

Otro conflicto que salió es el tema de la piscina y la educación física. No es que no podamos hacer estas actividades, sino que no podemos hacerlas junto con chicos. Esto genera un problema más allá, ya que esta obligatoriedad educativa provoca que muchas mujeres no quieran llevar a sus hijas a la escuela. Las niñas no quieren hacer estas actividades y las profesoras las castigan. Yo creo que hacer piscina o educación física no es un tema de primera necesidad, por eso no entiendo estos castigos y, además, creo que se podría llegar a un acuerdo pero los de la escuela no quieren.

¿Hay otros conflictos en el ámbito educativo?

Además está el conflicto de siempre, el del velo. En primaria, las niñas no hace falta que lo lleven, pero a partir del instituto sí y muchos institutos lo están prohibiendo. Durante este proceso que hemos llevado a cabo, algunas madres se han reunido y organizado para ir a hablar con las directoras del instituto y mediar con el tema del velo, pero no dejan hablar a todas las madres como un conjunto. La directora es inteligente al dividirnos: por separado no podemos negociar. Estamos en este punto, no hay margen de negociación.

¿Y cómo ves la convivencia en el Raval?

Las personas que tienen sus negocios aquí están bien en este barrio. Hay muchas familias que se conocen entre ellas y mucha gente que quiere vivir aquí porque existe una red social muy grande y eso genera trabajo. Pero si eres una mujer pakistaní siempre te cuesta mucho encontrar empleo… la manera de vestir, el uso del pañuelo… los conflictos de siempre. Tienes que pasar por muchas dificultades.

Las mujeres pakistaníes muchas veces trabajan en tiendas pakistaníes, muchísimas horas, y cobran muy poco. Ellas lo necesitan y los comerciantes se aprovechan, sobre todo porque saben que es muy difícil que algún español te dé trabajo llevando velo. Esto, además, está empezando a pasar también en las tiendas pakistaníes: ahora tú vas a una tienda pakistaní y si llevas velo no te dan trabajo. Los comerciantes han entrado en la lógica de la discriminación porque a ellos lo único que les importa es su negocio, no si esa mujer necesita libertad religiosa. Según ellos, tienen más ganancias si las mujeres no llevan velo; argumentan igual que los españoles.

¿Qué estrategias utilizáis ante estos conflictos?

Así, en lo laboral, ha ocurrido que algunas mujeres han abierto negocios propios. Pero también ocurre mucho que las mujeres se quedan en casa. Y ahora, con el momento económico actual, también ocurre que algunas familias vuelven a su país mientras el marido o el padre se queda trabajando aquí.

Respecto al tema del velo, algunas deciden quitárselo y consiguen trabajo y otras no. Las que no, pues… cuando yo empecé a trabajar en el hospital, por ejemplo, me lo quité; pero no pude, no me sentía bien y a los tres meses dejé el trabajo.

¿Qué dirías para terminar?

Yo misma he pensado mucho en volver a mi país. Pero las mujeres nos apoyamos mucho entre nosotras y, aun con dificultades, aquí existe una red que me hace apostar por quedarme.